Los amantes, muy despacio, se acercaron el uno al otro. Juntaron ambos las comisuras de sus labios y empezaron a besarse apasionadamente. Sus dedos, acariciaban cada poro de sus cuerpos... Repentinamente, alguien metió la llave en la cerradura. Tres giros a la izquierda. Se abrió la puerta... un hombre entró en la habitación y pegó dos tiros certeros a bocajarro a la pareja de enamorados... Era el celoso marido...
Aquella chica ahogaba todos sus problemas. Se evadía de su triste y melancólica realidad. Se iba a un universo de fraudulentos colores muy vivos. Era un simulacro de felicidad, pero sólo era fantasía... En ese mundo nada la afectaba, vivía otra vez... Era efecto de la droga del desamor, del olvido, del fraude sentimental... Aquella sustancia nociva era su refugio. Sus cimientos eran de naipes, muy fáciles de derribar... Por desgracia esa casa, se convirtió en su "segundo yo". No podía existir sin esas deliciosas caladas camufladas de mal. Lentamente, se enganchó a ella. La muchacha había encontrado una solución falsa y trampeada a su tristeza. Por querer esconderse de sus miserias... se condenó así misma y estaba muerta en vida...
La vida fue tan corta que se olvidó de amar...
El chico tenía una cita con su amada. Le había preparado una romántica cena. Dos velas rojas vestían con elegancia la mesa. Su novia no fue a la cita. Ni una llamada en su móvil... Aquel hombre pensó que le había dado plantón... se emborrachó casi toda la noche para poder olvidar... A las pocas horas después, sonó el teléfono. Su pareja había tenido un accidente de moto. Raudo y veloz, cogió su coche. A los pocos metros, lo paró la policía... había atropellado a un chico que cruzaba la calle. Lo metieron en la cárcel mientras su compañera sentimental luchaba entre la vida y la muerte...
El pensamiento iba tan sumamente despacio que cuando el hombre había actuado y terminó de pensar, ya era demasiado tarde para rectificar y no había marcha atrás...
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